martes, 23 de abril de 2013

Leyendas

 Leyendas de  nuestra region


Estas son solo algunas leyendas de nuestra provincia y region


1-Leyenda de la yerba mate 

2-Leyenda del Salto Encantado 

3-Leyenda de las cataratas del Iguazu 

4-Leyenda del Chogui 

5-leyenda del Teyu 

6-Leyenda del Irupe (camalote)                 


1-Leyenda de la yerba mate

Cuenta la leyenda que una de las tribus que habíase detenido en las laderas de las sierras donde tiene sus fuentes el Tabay. Dejó después de breve estada el lugar, y siguió su marcha a través de las frondas. Un viejo indio, agobiado por el peso de los años, no pudo seguir a los que partieron obedeciendo el espíritu errante de la raza, quedando en el refugio de la selva en compañía de su hija, la hermosa Yarîi. Una tarde, cuando el sol desde el otro lado de las sierras se despedía con sus últimos fulgores, llegó hasta la humilde vivienda un extraño personaje, que por el color de su piel y por su rara indumentaria, no parecía ser oriundo de esos lares. 


Arrimó el viejito del rancho un acutí al fuego, y ofreció su sabrosa carne al desconocido visitante. El más preciado plato de los guaraníes, el tambú, brindó también el dueño de casa a su huésped. 


Al recibir tan cálidas demostraciones de hospitalidad, quiso el visitante, que no era otro que un enviado de Tupá, recompensar a los generosos moradores de la vivienda, proporcionándoles el medio que pudieran siempre ofrecer generoso agasajo a sus huéspedes, y para aliviar también las largas horas de soledad, en el escondido refugio situado en la cabecera del hermoso arroyo. 


E hizo brotar una nueva planta en la selva, nombrando a Yarîi, Diosa protectora, y a su padre, custodia de la misma, enseñándoles a “sapecar” sus ramas al fuego, y a preparar la amarga y exquisita infusión, que constituiría la delicia de todos los visitantes de los hogares misioneros. 


Y bajo la tierna protección de la joven, que fue desde entonces la Caá Yarîi y bajo la severa vigilancia del viejo indio, que fue el Caá Yará, crece lozana y hermosa la nueva planta, con cuyas hojas y tallos se prepara el mate, que es hoy genuina expresión de la hospitalidad. 


Otra version 


Un día, desobedeciendo los consejos de Tupá, el Dios padre de los guaraníes, Así, la Luna, y su amiga Aria, la Nube rosada del crepúsculo, quisieron bajar a la tierra.Despuntando el vicio.


Así lo hicieron y tomaron sus formas corpóreas. Lo hicieron en esas zonas de tierras rojas, pero no habían contado con los peligros que podía acecharlas en el bosque. Mientras paseaban entre los árboles, admirando sus frutos olorosos, gozando de ver sus hermosos rostros en las aguas límpidas de los ríos, disfrutando de caminar sobre la hierba fresca, se les presentó un jaguar que se disponía a atacarlas. Ellas quedaron inmóviles y anonadadas. 


En ese momento se presentó un anciano que se enfrentó al peligroso animal, y que con su cuchillo logró matar al yaguareté, y acabar con el peligro que corrieron las diosas en ese momento, en que ni siquiera les dio tiempo de abandonar sus formas terrenales. 


El viejo indio las invitó a su cabaña para recibir la hospitalidad de su familia. Llegaron a una choza humilde y miserable, en que fueron recibidas por la mujer y la hija del anciano. Así y Aria habían quedado maravilladas por la hermosura de la joven llena de un tímido recato. 


Comieron panes de maíz que hizo la vieja india con el resto de maíz que le quedaba a la familia para alimentarse, ofreciéndoles su pobreza en demostración de amistad y cariño. 


Y aceptando esa bondad de la familia, pasaron allí esa noche descansando de las emociones vividas durante ese día en la tierra. 


-¿Qué hacemos ahora, Así? ¿Volvemos a nuestra morada y dejamos que estas gentes crean que nuestro encuentro ha sido un sueño ? 


Así movió negativamente la cabeza. 


-No, no, Aria. Estoy llena de curiosidad por saber cuál es el motivo que les ha hecho retirarse a estas soledades y encerrar con ellos a esa hermosa joven. Y, si no logramos que nos lo digan, nuestro poder no es suficiente para adivinarlo. Esperemos a mañana. 


Aria no sentía la curiosidad de Así; pero era amiga de la pálida diosa, y accedió a su deseo, aunque no le agradaba mucho pasar la noche en la ruinosa cabaña. 


A la mañana siguiente, cuando llegó la nueva luz, Así anunció al viejo que había llegado el momento de marchar. 


- Esperamos - le dijo - que, así como os habéis comportado con nosotros tan amablemente, nos acompañéis, según dijisteis, hasta el linde del bosque. 


Apenas se habían apartado del claro del bosque donde estaba la cabaña, cuando Así, con toda su fría astucia, intentó que su acompañante les dijera lo que tanto deseaba. Pero el viejo había intuido el deseo de la joven, y, atribuyéndolo a curiosidad propia de mujer, se decidió a satisfacerlo, y le dijo: 


- Hermosa doncella, bien veo que os ha llamado la atención el alejamiento en que vivo con mi mujer y mi hija; mas no penséis que hay en ello ningún motivo extraño. 


Y luego escucharon el relato del anciano indio, que les confió que estaban viviendo alejados del poblado, para apartar a su inocente hija de los peligros que le podría acarrear su increíble belleza e inocencia. 


Durante su vida juvenil había vivido junto a los de su tribu, una tribu como las muchas que estaban en las proximidades de los grandes ríos, dedicadas a la caza y a la lucha. Allí conoció a la que fue su mujer, y su alegría no tuvo límites el día en que nació su hija, una niña tan llena deChismosas de Molina Campos.jpg (62665 bytes) hermosura, que aumentaba el gozo natural de sus padres. Pero esta alegría se fue trocando en preocupación a medida que la niña fue creciendo, pues era tan inocente, tan llena de candor y tan falta de malicia, que el padre empezó a temer el día en que perdiera tan hermosos atributos. Poco a poco, el desasosiego, la inquietud y el temor invadieron el espíritu del indio hasta que determinó alejarse de la comunidad en que vivía para que en la soledad pudiese su hija guardar aquellas virtudes con que Tupa la había enriquecido. 


- Abandoné todo lo que no me era necesario para vivir en el bosque - dijo el viejo - y, sin decir a nadie hacia dónde iba, huí como un venado perseguido, hacia la soledad. Desde entonces vivo allí. Sólo el cariño que tengo a mi hija pudo hacerme cometer esta especie de locura. Pero soy feliz, vivo tranquilo. 


Calló el viejo y ninguna de las dos supo qué contestarle. Entonces Así, viendo que el linde del bosque estaba cerca, le pidió que las dejase, después de prometerle que a nadie hablarían de su encuentro. Accedió el viejo indio, y, una vez que Así y Aria se vieron solas, perdieron sus formas humanas y ascendieron a los cielos. 


Pasaron algunos días, en los que la pálida diosa no podía olvidar las aventuras y sobre todo el encuentro que había tenido en el bosque, y, observando al viejo indio desde su soledad celeste, comprendió todo el valor de la hospitalidad que aquél les había ofrecido en su cabaña, pues vio que las tortitas de maíz, de que tanto gustaban todas aquellas tribus, habían desaparecido de su alimento. Era indudable que las que les fueron ofrecidas habían sido las últimas que tenían. Entonces, una tarde, volvió a hablar con Aria y le contó lo que había observado. 


- Yo creo - dijo la nube sonrosada - que debemos premiar a aquellas gentes. ¿Qué te parece, Así? 


- Lo mismo he pensado yo, y por eso he querido hablar contigo. Podríamos hacer, ya que el viejo tiene ese cariño por su hija, tan fuera de lo común, que nuestro premio recayese sobre la joven.Las lechuzas de Molina Campos - Junio.jpg (20540 bytes) 


- Has pensado bien, Así. Y como fue tan hospitalario, y sabes que Tupa se alegra de que los hombres sean de ese modo, tendremos también que demostrárselo. 


Desde aquel momento, las jóvenes diosas se dedicaron con afán a buscar un premio adecuado. Por fin, se les ocurrió algo verdaderamente original y, con el mayor secreto, se decidieron a ponerlo en práctica. Para ello, una noche infundieron a los tres seres de la cabaña un sueño profundo, y, mientras dormían, Así en forma de blanca doncella fue sembrando, en el claro del bosque que delante de la choza se extendía, una semilla celeste. Después volvió a su morada, y desde el cielo oscuro iluminó fuertemente aquel lugar, a la vez que Aria dejaba caer suave y dulcemente una lluvia menuda que empapaba amorosamente la tierra. Llegó la mañana, Así quedó oculta bajo el sol radiante, pero su obra estaba concluida. Ante la cabaña habían brotado unos árboles menudos, desconocidos, y sus blancas y apretadas flores asomaban tímidas entre el verde oscuro de las hojas. Cuando el viejo indio despertó de su profundo sueño y salió para ir al bosque, quedó maravillado del prodigio que ante la puerta de su choza se extendía. Desde ella estaba quieto y silencioso queriendo comprender lo que había sucedido, pero a la vez con un soterrado temor de que sus ojos y su mente no fuesen fieles a la realidad. Por fin, llamó a su mujer y a su hija, y, cuando los tres estaban extáticos mirando lo que para ellos era un prodigio, otro mayor acaeció ante sus ojos y les hizo caer de rodillas sobre la húmeda tierra. Las nubes, que desperdigadas vagaban por el cielo luminoso, se juntaban apretadamente y lo tornaron oscuro, al mismo tiempo que una forma blanquísima y radiante descendía hasta ellos. Así, bajo la figura de doncella que habían conocido, les sonreía confiadamente. 


- No tengáis ningún temor - les dijo -. Yo soy Así, la diosa que habita en la luna, y vengo a premiaros vuestra bondad. Esta nueva planta que veis es la yerba mate, y desde ahora para siempre constituirá para vosotros y para todos los hombres de esta región el símbolo de la amistad y el alimento caliente que beberán. Y vuestra hija vivirá eternamente, y jamás perderá ni la inocencia ni la bondad de su corazón. Ella será la dueña de la yerba. 


Después, la diosa les hizo levantar del suelo donde estaban arrodillados, y les enseño el modo de tostar y de tomar el mate. 


Pasaron algunos años, y al viejo matrimonio le llegó la hora de la muerte. Después, cuando la hija hubo cumplido sus deberes rituales, desapareció de la tierra. Y, desde entonces suele dejarse ver de vez en vez entre los yerbatales misioneros como una joven hermosa en cuyos ojos se reflejan la inocencia y el candor de su alma. 

 

 


 



2-Leyenda del Salto Encantado

Cuenta la leyenda que en la selva de misiones vivían dos tribus enemigas. El cacique de una era Aguará y de la otra Jurumí. Aguara tenia una bellísima hija Yete-í. Era pretendida esposa por todos quienes la conocían y muchos caciques de la región ofrecían inmensas riquezas por su mano. 

Jurumí el feroz enemigo, tenia un hijo Cabure-í este era famoso por su valentía y destreza en la guerra y en la caza. 

Quiso el destino que ambos jóvenes se conocieran un día en estas cirscuntancias: 

Cabure-í Recorria la selva en busca de caza cuando fue atraído por el grito de terror de una joven, corrió hacia allí y en un claro del Monte vio la hermosísima Yete-í a quien no conocía a punto atacada por un yaguareté . Cabure-í clavo su lanza con certeza en el corazón del animal , su sapucay triunfal anuncio la muerte de la fiera. 

El amor entre los jóvenes nació en ese momento como por un mágico encantamiento. 

Pero... ¡Oh Dolor! Cuando se enteraron quienes eran. 

Sus tribus no admitieron este amor y volvieron a luchar sangrientamente. 

Yete-í corrió hacia el campo de combate derramando lagrimas de angustia que al tocar el suelo iban formando un cristalino Hilo de Agua. 

Cuando Cabure-í lo vio en lo alto de una loma, corrió hacia ella y la tomo en sus brazos. 

Los guerreros de Aguará dispararon sus flechas hacia Cabure-í y los de Jurumí hacia Yete-í 

En ese instante truenos ensordecedores hicieron temblar el cielo y la tierra. 

El suelo se abrió como para cobijar a los enamorados muertos, y en ese lugar los asombrados combatientes vieron caer las aguas del arroyo formado por lagrimas de Yete-í. 

Tupa con su poder sobre todas las cosas había creado el "Salto Encantado". En recuerdo de los hijos que se amaron Jurumí y Aguará no volvieron a luchar. 



3-Leyenda de las cataratas del Iguazu

Las márgenes del río Iguazú estaban habitadas por una tribu llamada Kaingang, que adoraban a M'Boi, el dios serpiente, hijo de Tupan. 

Ignob, el jefe de esta tribu, tenía una hija llamada Naípi que por su gran belleza sería consagrada al dios M'Boi, así que su destino era vivir solamente dedicada a su culto. Con los Kaingang vivía un joven guerrero llamado Tarobá, que se enamoró de Naípi y era correspondido por la bella joven. 

El día en que fue anunciada la fiesta de consagración de Naípi al dios M'Boi, Tarobá huyó con ella en una canoa río abajo. 

M'Boi se puso muy furioso cuando se dió cuenta de la huida y penetró en las entrañas de la tierra. Retorció su cuerpo y provocó una profunda herida rasgando la tierra por la que transcurría el río, rompiendo así las aguas y formando unas gigantescas cataratas. 

Arrollados por las aguas, la canoa con la pareja fugitiva fue tragada por el abismo de la catarata. Naípi se transformó en roca y permaneció en el fondo. Tarobá se convirtió en una palmera situada al margen del abismo. M'Boi permanece en la profundidad vigilandolos eternamente para que nunca puedan unirse y hacer realidad su amor. 

Pero el amor es superior al odio y la maldad del dios-monstruo y el arcoiris une cada día a Naípi y Tarobá. 

  

 


4-Leyenda del chogui

Chouí era un indiecito que viva e una tribu, con sus padres, en la selva misionera. Su cuerpo estaba tostado por el sol ardiente de es zona y sus ojos inteligentes, eran negro y rasgados, como los indios de su raza.Pero Chouí no era un indio como todos. En lugar de jugar con otros niño se internabaen la selva para hablar con los pájaros los cuales el consideraba sus mejores amigos. Muchas veces, sentado sobre el tronco de un viejo timbó, tomaba su flauta y tocaba dulces melodías que las aves respondían con armoniosos trinos. Casi siempre, al atardecer se veía en un claro del bosque, al niño con su flauta, rodeado de pájaros que revoloteaban alrededor de el. El sonido de la flauta de Chouí, mezclado al murmullo misterioso de la selva, era respondido por el trino de las aves. En los días calurosos, Chouí, se bañaba en las aguas de algún manantial, junto a el chapoteaban los pájaros que alegremente hundían sus picos y patitas en el agua fresca. Otras veces, Chouí, seguía sigilosamente a los cazadores de pájaros y desarmaban sus Ñuhas, para que no pudieran atraparlos.El cacique, enojado por esto, lo reprendía y no lo dejaba salir por algunos días de la tribu. Entonces, Chouí, era visitado por los pájaros con los que compartía los granos de Abata-í. Estos le devolvían su generosidad, trayéndole en sus picos jugos de naranja y miel de Yete-í, que al goloso niño le gustaban mucho. Un día que Chouí estaba en un claro del bosque tocando su flauta, un picaflor se acerco desesperado. 

Sus pichones estaban en un árbol que había sido invadido por las hormigas. Las hormigas "asesinas de la selva", pueden atacar a una planta y dejarla en pocos minutos simplemente desnuda. La madre picaflor que sabia esto lloraba por la suerte que correrían sus hijitos. Chouí no lo pensó dos veces. Subió al árbol inmediatamente. Pero al trepar fue atado por las hormigas que aguijonearon su cuerpo. A pesar de los dolores que las picaduras le producían Chouí llego hasta la rama donde estaba el nido. Rápidamente lo tiro sobre la hierba, salvando así a los pichones. Atontado y dolorido por las picaduras, perdió pie, cayendo al vació. El golpe fue tan grande que Chouí quedo en el suelo, con los ojos cerrados y sin moverse. Los pájaros sorprendidos primero y desesperados después, lo rodearon. Con sus picos le echaron agua para reanimarlo. Poco a poco comprendieron que Chouí había muerto, Entonces un inmenso gemido de dolor recorrió la selva ¡ Chouí ah muerto! Las ardillas, los sapos y los venados también se conmovieron. Ellos habían conocido a Chouí y lo querían. 

Al intenso dolor siguio una gran quietud, la selva tan poblada de animales y plantas callo. El sol se oculto en el horizonte dorando suavemente las hojas de los árboles en un atardecer tristísimo. 

Una a una, las aves levantaron vuelo y al cabo de un largo rato volvieron trayendo en sus picos una flor color azul. Las había de todas formas y tamaños y de extraños aromas. Pero todas eran azules. Las flores azules eran las preferidas de Chouí. Los pájaros lo recordaban bien. Y ese seria el homenaje a su mejor amigo. Lentamente, en la roja tierra misionera apareció, una gran mancha azul. Sobre ella revoloteaban cientos de pájaros, que con sus alas multicolores formaban un arco iris de plumas. 

Las aves con encantadores trinos le pidieron a Tupa que hiciera un milagro. Que convirtiera al indiecito en pájaro, como el lo había soñado. Cuenta la leyenda que desde ese momento la montaña de flores salió un pájaro azul cantando ¡ Chouí, Chouí! , se perdió en el cielo seguido de miles de pájaros. Y desde ese día se puede encontrar en la selva misionera, sobre todo en los naranjales, un bello pájaro azul cuyo canto dice Chouí, Chouí. 


Tambien tiene su cancion

PAJARO CHOGUI 

Cuenta la leyenda 

que en un arbol 

se encontraba encaramado 

un indiecito guaraní. 


Que sobresaltado 

por un grito de su madre 

perdió apoyo, 

y cayendo se murió. 


Y que entre los brazos maternales 

por extraño sortilegio 

en chogüí se convirtió. 


Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí 

que lindo está mirando allá. 

Mirando allá, volando se alejó. 


Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí 

que lindo es, que lindo vá 

perdiendose en el cielo azul turquí. 


Y desde aquel día 

se recuerda al indiecito 

cuando se oye, 

como un eco, a los chogúí; 


Es el canto alegre y bullangero 

del precioso naranjero 

que repite su cantar; 


Canta y picotea la naranja 

que es su fruta preferida, 

repitiendo sin cesar: 

Chogúi...chogui...etc. 


5-Leyenda del Teyu-cuare

Bajando del puerto de San Ignacio esta situado el lugar denominado Teyú-Cuaré, ósea, traducido libremente, " la Cueva del Lagarto". 

El nombre de dicho sitio proviene de la creencia generalizada entre los naturales de que allí vivió en tiempos pasados un gran lagarto ( Teyú) que usaba la cueva (Cuaré) como vivienda, haciendo estragos entre las embarcaciones que osaban inquietarlo y cobrándose el peaje en la vida de los que navegaban la inmediaciones. 

El mito del Teyú es al estilo del Miñocau de los brasileños y moradores de la margen del Uruguay, es decir, así como el Teyú es un gran lagarto que devora a los pescadores y navegantes del Paraná, el Miñocau es un gusano gigantesco que hace lo propio con los navegantes del Uruguay. 

Pero la leyendo y mito aparte, el Teyú-Cuaré junto a la punta "Reina Victoria" y a San Ignacio con sus ruinas, son dignos de ser visitados porque condensan mucho de la historia y la prehistoria de Misiones. 

El Teyu hace mucho que no aparece..... pero aun algunos ancianos rememoran los tiempos en que era poderoso en él rió...... 

Hoy, según me contaba una anciana de apergaminada piel, " el ruido de los barcos lo asusto al bicho......". 



6-Leyenda del Irupe

Entre los jóvenes de la tribu, Pitá era el más valiente, el más fuerte, el más audaz. Y el más enamorado. Todo su coraje se rendía a los pies de la hermosa Morotí. 


La muchacha estaba muy orgullosa del amor de Pitá y del poder que tenía sobre él. Se jactaba de la pasión que había inspirado, capaz de transformar al joven guerrero en juguete de sus caprichos. 


Cierto día paseaba con sus amigas por las orillas del Paraná. Los vientos y las lluvias recientes habían provocado una peligrosa crecida y las aguas del río bajaban torrenciales. En ese momento Morotí vio que se acercaba su fiel Pitá y quiso demostrar ante las otras muchachas todo lo que el guerrero estaba dispuesto a hacer por ella. 


Sin pensarlo dos veces, Morotí se sacó el brazalete y lo arrojó a las aguas enfurecidas y turbias. 

-¡Pitá, mi brazalete! -dijo. 


Y fue suficiente para que el muchacho se lanzara al río detrás del objeto brillante. Pitá podría haber salido airoso de la prueba. Como cualquier guerrero guaraní, era un excelente nadador, conocía muy bien los riesgos y las jugarretas del Paraná y sus aguas traicioneras. Pero Ñandé Yará, el Gran Espíritu, había dispuesto castigar la coquetería de Morotí. Por un momento se vio asomar de las aguas la cabeza de Pitá y después, atrapado por un remolino, volvió a desaparecer. Esta vez, para siempre. 


Morotí y sus amigas no podían creer lo que habían visto con sus propios ojos. Recorrieron la orilla río abajo y río arriba, convencidas de que Pitá les estaba haciendo una broma. Gritaron su nombre con todas sus fuerzas. Después gritaron con desesperación. 


Pero no era un juego. Cayó la noche y Pitá no volvió a la tribu. 


Morotí estaba enloquecida de dolor. Por su capricho y su tonto orgullo, Pitá había muerto ahogado. 


Sin embargo, el chamán de la tribu consultó a los dioses y obtuvo otra respuesta. Pitá no estaba muerto. I Cuñá Payé, la hechicera de las aguas, lo retenía en su palacio del fondo del río, envuelto en sus redes de amor brujo. 


Desesperada, arrepentida, Morotí se ató al cuello una enorme piedra y llevando esa carga se arrojó al río antes del amanecer, cuando nadie podía retenerla. Una de sus amigas la había seguido y alcanzó a verla hundiéndose en el agua revuelta del Paraná. A gritos pidió ayuda. 


Los hombres y mujeres del pueblo guaraní vieron entonces salir de las aguas una enorme y extraña flor que jamás habían visto antes. Era hermosa y su perfume, delicioso. Los pétalos del centro eran blancos, como la pureza de la linda Morotí, y los del borde eran rojos, como la sangre bravía y enamorada de Pitá. El Gran Padre Tupá había perdonado su locura de jóvenes y había unido para siempre el alma de los dos enamorados en la flor del irupé.             

http://www.taringa.net/posts/info/2233294/Mitos-y-leyendas-de-la-selva-misionera.html

http://www.concepciondlasierra.com.ar/costumbres-mitos-y-leyendas/

No hay comentarios:

Publicar un comentario